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Puré de calabaza.

EL DÍA QUE ENTENDÍ LO IMPORTANTE QUE ES COMER

Hay momentos en la vida que cambian nuestra percepción de lo cotidiano. Para mí, como logopeda, ese momento llegó cuando llevaba poco tiempo trabajando en un hospital. Fue el día en que acompañé a un paciente en su lucha contra la disfagia. Entonces comprendí que comer no es solo una necesidad biológica, sino una experiencia cargada de emoción, conexión y significado.

Recuerdo a Carmen, una mujer de 72 años, vital y risueña, cuya vida cambió tras un ictus. Lo que antes era un placer, como disfrutar de su café matutino o compartir una comida en familia, se convirtió en una batalla diaria. La disfagia no solo limitó su capacidad para alimentarse, sino que también la alejó de momentos que antes le brindaban felicidad.

Al comenzar su rehabilitación, la vi luchar con frustración y tristeza. Pero también fui testigo de su increíble determinación. Cada pequeño avance —sorber una cucharada de sopa sin toser, sentir la textura de un puré sin miedo, …— era todo un triunfo. No solo para ella, sino para su familia, que aprendió a acompañarla en este proceso con amor y paciencia.

Señora mayor disfrutando de la comida.

Mucho más que nutrirnos

Ese día comprendí que comer es mucho más que ingerir alimentos. Es un acto social, una fuente de placer, un lazo con nuestros seres queridos. La disfagia nos recuerda la fragilidad de este acto cotidiano, pero también nos enseña la importancia de la adaptación, la resiliencia y el apoyo mutuo.

Como logopedas, nuestra labor va más allá de la terapia; ayudamos a devolver sonrisas en la mesa, a reconstruir momentos de alegría y a hacer que cada bocado vuelva a ser un encuentro con la vida. Porque al final, comer es mucho más que nutrirse: es vivir.

– Alba Badell –

 

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